jueves, 1 de abril de 2010

Te Deum

172

(bis del poema homónimo 103)

Te Deum laudamus
........
Tú para librar al hombre
te hiciste hombre
¿
No desdeñaste encarnar
en el vientre de una Virgen
¿

Yo tampoco lo hubiese desdeñau,
si esa Virgen hubiese sido
como la “mamá” de Rousseau
“mamá de Warens”.

Tú para librar al hombre te hiciste hombre.
¿En quién debiste encarnar para librar a la mujer?
¿O a la mujer no hacía falta que nadie la librase?
Ella solita. Cada una de ellas un Cristo,
un ECCEHOMOSEXUAL hasta de heterosexual a la fuerza;
ni de heteros disfrutaron las pobrecitas.
De haberlas dejado vivir mental físicamente
para poder consultarlas,
ni la única y obligatoria opción a elegir les hubiese resultado agradable;
así pues, en ellas se omitió la consulta.

¿En quién se debe encarnar?
¿De qué se debe nacer para redimir a la mujer?
Para redimirla de toda la indignidad
la suciedad sexual y criminal de todo orden
que fueron forzadas a lavar con sus propias vísceras,
maldad y violencia sobre la carne de ellas
nacida para el sacrifico,
filtrándose, depurándose
siglo tras siglo...
Sólo se puede nacer de exterminadora de esta sucia especie
para redimirle a la condición Mujer la indignidad.
Ese valor Mujer sabe que no hay otra Redención posible.
Sólo la Justicia más descarnada y total,
el talión de Moisés actuando desde la Némesis más victoriosa:
El exterminio del gº masculino de esta especie
y sin esperar a que el Más Allá lo actúe,
también adelantarle nosotras esa tarea.
Que todo se lo dio hecho o masticado de su sacrificio de su esfuerzo
el género femenino al enfermo tarado y torpe macho
y no sólo en este mundo
sino hasta en el venidero.
También de nosotras o en nosotras, o sobre,
los cimientos de esa Otra Vida,
¡las raíces y las copas y la flora y la fructificación
de todas las vidas!

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