Imitando a don Quevedo
(Estuve, después de los treintaitantos años que llovieron sobre estos versos,
meditando en qué imitaban a Quevedo.
Y aunque existiese algún verso de él que fuese como el mío primero aquí:
Después que te conocí.
Más me convenzo que únicamente puede estar inspirado
en los famosos de él que comenzaban:
“Parióme adrede mi madre,
¡ojalá no me pariera!”
meditando en qué imitaban a Quevedo.
Y aunque existiese algún verso de él que fuese como el mío primero aquí:
Después que te conocí.
Más me convenzo que únicamente puede estar inspirado
en los famosos de él que comenzaban:
“Parióme adrede mi madre,
¡ojalá no me pariera!”
Aquí la madre sustituida por la amante.
Muy propio en mí.
Y dado el final del poema quevediano:
“Y a tanto vino a llegar
la adversidad de mi estrella,
que me inclinó que adorase
con mi humildad tu soberbia.
Y viendo que mi desgracia
no dio lugar a que fuera,
como otros, tu pretendiente,
vine a ser tu pretenmuela.
Bien sé que apenas soy algo;
mas tú, de puro discreta,
viéndome con tantas faltas,
que estoy preñado sospechas.
Aquesto Fabio cantaba
a los balcones y rejas
de Aminta, que aun de olvidarle
le han dicho que no se acuerda”.
Quién se resiste a copiar esta maravilla de discurso poético,
entera alguna parte, aun sea para desdoro de mi breve:
Después que te conocí
Sólo que te conocí)
Y dado el final del poema quevediano:
“Y a tanto vino a llegar
la adversidad de mi estrella,
que me inclinó que adorase
con mi humildad tu soberbia.
Y viendo que mi desgracia
no dio lugar a que fuera,
como otros, tu pretendiente,
vine a ser tu pretenmuela.
Bien sé que apenas soy algo;
mas tú, de puro discreta,
viéndome con tantas faltas,
que estoy preñado sospechas.
Aquesto Fabio cantaba
a los balcones y rejas
de Aminta, que aun de olvidarle
le han dicho que no se acuerda”.
Quién se resiste a copiar esta maravilla de discurso poético,
entera alguna parte, aun sea para desdoro de mi breve:
Después que te conocí
Sólo que te conocí)
Después que te conocí,
ya todo me sobra y falta.
Ya no soy alta ni baja;
ya no soy mala ni buena.
Ya soy arena, soy alma,
viento que sopla con todos sus sentidos,
después que te conocí.
El dedo que lo conciso,
escribió: Ningún destino.
Sólo que te conocí.
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