domingo, 14 de marzo de 2010

Tal vez entre el enemigo

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(Tú que dijiste cuánto hubieses amado a Lichtemberg –Y también yo dije “¡Cuánto hubiese amado a esta mujer!”, leyéndote- pues le notaste lo conmovedoramente solo como para ponerse al ceremonial de bautizar a sus pantuflas, mírame aquí lo conmovedoramente sola que me mostraba-muestro en el poema donde amigos busco hasta en el enemigo)


Tal vez entre el enemigo encuentres
ese amigo que esperas.
El primer paso es pues entregarte:
curarte: darte por enferma.
De otro modo.... ¡No encuentras a nadie!
No se muera de viejo, no se te muera,
como tú aquí aguardándole aguardándole
en esta vela inútil desgraciada y grotesca
donde hemos equivocado el santo

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