domingo, 14 de marzo de 2010

No se puede amar lo que se conoce

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-No se puede amar lo que se conoce
Dice la voz que todo lo sublima.
Y para esto mi mano escriba
anticipóse hipóbole
afirmando sin actitud dubitativa:
No se puede conocer lo que se ama.
Y espero que con ello esté respuesta dada
a tu piedra de tropiezo sublimada.
Pues habrás de amarlo entonces
si no puedes conocerlo.
El misterio es uno de los grandes amores humanos.

Y ahora construyamos un

Anagrama-metaplasmo (por supresión)

“No se puede amar lo que no se conoce”,
dicen.
Y yo más afirmático –ática-,
menos destructivo –iva- iba,
voy o vengo
y quitando un “no”,
les diga –digo-,
redimiendo al Amor de negativas,
una vez más:
No se puede conocer lo que se ama.

Pues tu pecho, lo hago yo,
y no quiere ello decir que lo conozca,
flores innumerables,
Jardín inacabable,
Eterno Edén.
¿Tu pecho a mí me hace?
Y ni aspiro a que me conozcas,
sólo a que me transmutes en pájaro
la piedra del camino,
en flor para los sentidos
todo cuanto les embota.

Si tu pecho me hiciese,
la Gloria pues
Eterno Edén.
¡Hazme!:
Esto sí es sublimo,
¡Sublímame!
Elévame como tu hostia,
comúlgate conmigo.
Como te comulgo cada vez que te miro,
mírame.
Tenme ese miramiento femenino
que siente racimos flores sus senos erguidos
para libados besados olidos
en sacra ceremonia.
Mira que te dono dos ramos o racimos,
no sólo tomo.
¿Cuándo tan perfecto intercambio?
Ámame de desconocerme
como te desconoces y te amas

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